lunes, 25 de enero de 2010

Para ti...

Alguna vez oí a mi mamá contar la historia del primer gol que metí jugando para algún equipo. Estaba en primero de primaria y jugaba para el Instituto Cumbres de Tijuana. Recuerdo mi primer uniforme (por cierto, todavía lo conservo), que en realidad eran dos: el de local y el de visitante. El de local era color oro y con letras negras decía "Tijuana" en el pecho. El de visitante era blanco e igual con letras negras decía "Tijuana". Detrás, el número 10 era el que llevaba.

Jugabamos en las canchas del Romero Manzo, por el aeropuerto. Se podría decir que ahí aprendí a jugar futbol, en esas canchas de tierra y piedras. Donde salir de ellas con las rodillas raspadas era sínonimo de haber jugado bien.

Mi mamá cuenta que estaba ahí, jugando como normalmente juegan los niños de primero de primaria: todos corriendo detrás del balón. Que por cierto, también recuerdo cuando en un entrenamiento de futbol en el Cumbres, casi por obra de magia descubrimos el "pase".

Lo tengo muy vivo de hecho. Estábamos entrenando, Héctor Castellanos era nuestro entrenador. De pronto un niño de segundo de primaria que se llamaba Andrés García le gritó a otro "aquí" y éste, que no recuerdo como se llamaba, le dio la pelota.

El entrenador inmediatamente paró el partidito, nos llamó a todos y nos dijo: "Saben que acaba de suceder?! Eso se llama 'pase' ". Y todos con expresion de "wooooooow" jaja.

Pero bueno, eso de los pases todavía no se nos daba mucho, así que al jugar 11 contra 11 en esas benditas canchas de tierra casi todos íbamos para donde el balón iba.

El caso es que entre el relajo, alcancé a sacar un tiro. Un tiro que se le fue al portero y rozó las redes. Había marcado mi primer gol! Mi mamá dice que despúes de anotar, me puse a correr con mi mano al cielo, el puño cerrado salvo el dedo índice y me puse a gritar: "Gooooooool", mientras todos corrían detrás de mi.

Mi madre dice que al ver esto, lloró.

...

20 años después, sigo jugando al futbol. y hoy tuve mi primer partido con un equipo de Janesville. Entramos a una liga dos amigos del trabajo y yo. No éramos suficientes para formar un equipo, así que hablé al YMCA y pregunté si no había por ahí algún equipo que le faltaran jugadores. La liga es mixta y para jugadores de 18 para arriba. Así que nos asignaron un equipo. Los Cyclones y jugamos de morado.

Llegamos media hora antes del partido y, la cruda realidad. Casi todos los del equipo eran veteranos, incluyendo una señora de unos 50 y que aunque le echaban muchas ganas, y tenían mucha idea, nomás no daban una. Y...jugaríamos contra un equipo con todo y banca de puros chavos de unos 20 años.

Empezó el partido...y la goleada. A medio partido llegó un mexicano, se llamaba Emilio, y entró con nosotros y la cosa mejoró un poco, pero no lo suficiente. Por mi parte jugué bien, metí varios goles, hice buenas jugadas, saqué la picardía mexicana, me robaba más de una expresión de "nice trick! Good move! How did you do that?", y jugué el partido completo salvo 3 minutos que descansé en la banca.

Pero lo mejor llegó en el seguno tiempo, cuando Emilio me mandó un pase largo de aire. Vi el balón venir casi en cámara lenta. Estaba de espaldas a la portería. Lentamente levante mi pierna izquierda, para luego con la derecha impulsarme al aire, y rematar ese balón de chilena, para caer de espaldas en el duro piso del gimnasio y voltear y ver como el balón se metía.

Hacía mucho que no metía un gol de chilena! Ujuy!

No pude evitar el levantarme del suelo como lo hacía Hugo Sánchez, con una especie de pirueta, y correr con mi mano alzada, puño cerrado salvo el dedo índice, y recordar ese día que mi mamá dice que la hice llorar.

...

Perdimos de paliza, pero me divertí mucho, y a más de un gringo le saqué dolor de cabeza...y quienes me conocen, saben que en cuestiones de fútbol, disfruto mucho de eso, jaja.

Pero bueno, aunque te tengo lejos, ese gol fue para ti mamá.

Alratillo!

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